En el anterior post sobre emprendimiento en la empresa familiar destacamos que, a pesar que el índice de supervivencia de las empresas familiares cae drásticamente cuando se avanza en las generaciones posteriores al fundador, este valor no se aleja demasiado al de las empresas no familiares y por esta razón, quizás no es conveniente hacernos demasiado daño con este dato y avanzar desde el positivismo. Es el momento de liderar desde la propiedad, aprovechando sobre todo, el empuje y el emprendimiento original del fundador para retar ciertas inercias propias.

La primera se referiría a romper la impermeabilidad de la empresa, abriéndose a las inquietudes y las expectativas que puedan surgir desde dentro de la familia. La incorporación de las nuevas generaciones pasará si se crean momentos y espacios de reflexión y diálogo conjunto sobre la empresa y el emprendimiento, apenas cuando los posibles sucesores son todavía adolescentes.

La segunda inercia puede vencerse si se realiza un movimiento de desvinculación emocional del negocio original. No es una tarea sencilla para un fundador que ha sido su creador y promotor desde su propia iniciativa y esfuerzo. Sólo a través de este movimiento,  podrán tomarse decisiones en clave de futuro.

Precisamente la tercera inercia tiene relación con la determinación del líder a la hora de tomar decisiones importantes. Una determinación que suele acompañarse de una considerable dosis de soledad y silencio. Este es el reto para las generaciones posteriores: decidir la futura estrategia de negocio e inversión desde la transparencia, juntos, y con “una sola voz”. De esta manera, estaremos preparados para iniciar un viaje apasionante.

Quiero señalar especialmente la palabra «juntos» para construir su contenido en los siguientes posts sobre familias emprendedoras.